miércoles, 26 de enero de 2011

BALANCE DE 50 AÑOS DE ECUMENISMO

Balance de cincuenta años de ecumenismoPor el obispo Brian Farrell, L.C.CIUDAD DEL VATICANO, martes, 25 enero 2011 (ZENIT.org).- Al final de laSemana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el obispo Brian Farrell,L.C., secretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad delos Cristianos, hace en esta entrevista publicada en "L'Osservatore Romano"un balance del estado actual del ecumenismo.--El Consejo Pontificio ha celebrado recientemente el quincuagésimoaniversario de fundación. ¿Se mantiene en la Iglesia católica el espírituque animó su nacimiento con el Papa Juan XXIII?--Monseñor Farrell: Efectivamente, el 17 de noviembre pasado conmemoramoscon un solemne acto público el quincuagésimo aniversario de la creación del"Secretariado para la Promoción de la Unidad de los Cristianos", que JuanXXIII quiso intensamente e instituyó junto a las otras comisionesencargadas de preparar el Concilio Vaticano II. Convencido que todo eltrabajo del Concilio debería estar impregnado del deseo delrestablecimiento de la unidad, quiso, como claro signo de tal deseo, lapresencia de observadores de otras iglesias y comunidades eclesiales en elmismo Concilio. Me parece casi un milagro de la Providencia el hecho quemás de dos mil obispos llegados a Roma para dar inicio al Concilio, en1962, muchos de los cuales formados en una teología de la "exclusión",según la cual ortodoxos y protestantes --cismáticos y heréticos, en laterminología usada entonces-- estaban simplemente fuera de la Iglesia, tresaños después produjeron el decreto Unitatis redintegratio, que reconoce unareal, aunque incompleta, comunión eclesial entre todos los bautizados yentre las iglesias y comunidades eclesiales. Esta renovada perspectiva, enperfecta armonía con la antigua eclesiología de los Padres, tuvo enormesconsecuencias por el nuevo modo en que los católicos se relacionaron conlos demás cristianos y con sus comunidades, y por la irrevocable adhesiónde la Iglesia católica al movimiento ecuménico. Juan XXIII habló de un"paso adelante", un ver la tradición de siempre con una nueva visión,abriendo así caminos nuevos para la Iglesia hacia esa unidad visible que lees propia. Esta transformación se ha debido en gran parte, además de a lagracia del Espíritu Santo, naturalmente, al intenso trabajo del primerpresidente del "Secretariado para la promoción de la unidad", el cardenalAgustín Bea, y a sus colaboradores.--¿Cuánto ha quedado del trabajo de los primeros años del ConsejoPontificio?--Monseñor Farrell: Ha quedado todo, por cuanto toca a la enseñanza delConcilio sobre principios que gobiernan la búsqueda de la unidad. Loscincuenta años que han pasado desde entonces testimonian cuán fecunda hasido esa enseñanza en la vida concreta de la Iglesia y para el mundocristiano en su totalidad. En el acto conmemorativo antes mencionado,además del importante mensaje del Papa Benedicto XVI llevado por elsecretario de Estado, el cardenal Bertone, tres grandes figuras del mundoecuménico --el cardenal Walter Kasper, presidente emérito de nuestroPontificio Consejo; el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams; y elmetropolita Ioannes de Pérgamo, eximio teólogo del patriarcado ecuménico--subrayaron que es fundamental y urgente para el desarrollo histórico actualel que los cristianos puedan hablar y trabajar juntos, no sólo en defensade la libertad, y de la libertad religiosa en primer lugar, sino paraafrontar con esperanza de éxito los enormes retos que afronta la humanidad.--Pero algunos hoy se confiesan su decepción ante los resultados trastanto esfuerzo...--Monseñor Farrell: Quien piensa así no tiene en cuenta la realidad. ElPapa Juan Pablo II, en su magnífica encíclica Ut unum sint, escribió queprobablemente el fruto más precioso del ecumenismo es la "fraternidadredescubierta" entre los cristianos. A las jóvenes generaciones les cuestacomprender todo lo que han mejorado las cosas. En el pasado los cristianosdivididos se evitaban, no se hablaban; las iglesias tenían actitudes derecíproco conflicto y rivalidad, incluso de acciones verdaderamenteescandalosas, que minaban la misma misión evangelizadora. Se can todavía,aquí y allá, signos de este tipo, pero está cada vez más consolidado quetal modo de actuar no es aceptable: no es de Dios. Si consideramos "eldiálogo de la vida", es decir, el vasto mundo de los contactos, decolaboración, de solidaridad entre cristianos, no hay lugar a ladesilusión. Si pensamos en el "diálogo de la verdad", es decir, en labúsqueda de la superación de los elementos teológicos de divergencia,también aquí se ha logrado muchísimo, incluso la resolución de antiguascontroversias cristológicas, y ha sido sustancialmente superado incluso elaspecto más profundo de la divergencia entre católicos y reformados sobrela justificación, es decir, sobre cómo actúa en nosotros la salvación. Hayque tener en cuenta que en las cuestiones doctrinales será siemprenecesario actuar cauta y lentamente, porque debemos estar seguros deavanzar en la fidelidad al depósito de la fe, de llegar a un acuerdo sobrela base de la verdadera Tradición.--Sin embargo, ¿en el diálogo teológico han aparecido nuevas dificultadescon los ortodoxos?--Monseñor Farrell: Estamos examinando el punto crucial de nuestrasdiferencias sobre la estructura y el modo de ser y de operar de la Iglesia:la cuestión del papel del obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en elprimer milenio, cuando la Iglesia en occidente y en oriente estaba aúnunida. Después de profundos estudios y discusiones, los miembro de laComisión Teológica se han dado cuenta de la enorme diferencia que se daentre la experiencia histórica vivida, asimilada y narrada en la culturaoccidental y la experiencia histórica percibida en la visión oriental delas cosas. Todo evento histórico está abierto a diversas interpretaciones.La discusión no ha desembocado en una real convergencia. Pero es tambiénverdad que, para encontrar un consenso, lo que cuenta desde el comienzo esdesvelar los principios doctrinales y teológicos que estaban en acto enaquellos eventos y que son decisivos para permanecer fieles a la voluntadde Cristo para su Iglesia. Así se ha decidido preparar un nuevo documentode base en clave teológica. Estoy convencido que es el camino adecuado. Portanto, cuando se habla de nuevas dificultades, no se trata de dificultadesinsuperables, sino de una verdadera oportunidad. Está claro que ladiscusión no será ni fácil ni breve. Me parece, sin embargo, que se estáextendiendo la convicción de que la unidad es posible; las circunstanciasdel mundo de hoy mueven a las iglesias en esta dirección. A mi parecer esurgente que la teología católica elabore una visión más concreta, un modelode lo que nos espera en el momento de la plena comunión visible. De estemodo los hermanos ortodoxos podrán tener confianza, superando los miedosatávicos provocados por la presunción de superioridad típica de occidente.Tendremos seguramente que reafirmar cuanto ha dicho el Concilio sobre laigual dignidad de todos los ritos, del respeto debido a las instituciones,tradiciones y disciplinas de las iglesias de oriente y tantas otras cosas.--¿Y con los protestantes?--Monseñor Farrell: En 2009 el cardenal Kasper publicó un importanteestudio, titulado "Harvesting the Fruits" (Cosechando los frutos), queexamina en profundidad más de cuarenta años de diálogo ecuménico entre elConsejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y lasprincipales comunidades eclesiales mundiales. Quedan divergenciassignificativas y tal vez aparecen nuevas; pero es sorprendente descubrircómo las controversias del siglo XVI son percibidas ahora desde una nuevaluz que amortigua la insistencia sobre las posiciones tomadas; entendemosasí que somos menos distantes en muchos puntos esenciales. Es verdad, lasprincipales dificultades residen en la diversa concepción de lo que es lamisma Iglesia querida por Cristo. La pregunta no es abstracta: "¿qué es laIglesia?", sino también concreta: "¿dónde está la Iglesia y dónde serealiza su plenitud?". Sobre esto hay mucho que hacer todavía.--Este es el trabajo de los expertos, ¡pero el ecumenismo deberíainvolucrar a todos!--Monseñor Farrell: Ciertamente. Los diálogos continuarán porque son elcamino maestro de la obediencia a la voluntad del Señor por la unidad desus discípulos en la verdad. Pero tienen sentido y serán fructuosos sólo siestán sostenidos por todo el cuerpo viviente de la Iglesia. Son lasiglesias, las comunidades de los creyentes, las que deberán converger en launidad. Hoy debemos regresar a los orígenes del movimiento ecuménico ydescubrir "el ecumenismo espiritual". La oración, la conversión delcorazón, el ayuno y la penitencia, la purificación de la memoria, lapurificación del modo de hablar de los demás: esta sensibilidad espiritual,presente al inicio del movimiento ecuménico, es el centro del ecumenismo yes un deber de todos. El ecumenismo espiritual no es monopolio de losexpertos; todos los cristianos pueden ser protagonistas de este movimiento.Un aspecto particular que se encuentra en la base de todo ha sido subrayadoen el Sínodo de los obispos sobre la Palabra de Dios, retomado en laexhortación apostólica Verbum Domini de Benedicto XVI: escuchar, orar yreflexionar unidos sobre la Escritura "un camino que se ha de recorrer paraalcanzar la unidad de la fe, como respuesta a la escucha de la Palabra".Por la Escritura nos hemos dividido, en torno a la Escritura debemosreencontrarnos. ¡Hagamos entonces de la Sagrada Escritura el corazón delecumenismo! En ese documento el Santo Padre ha recordado también laimportancia ecuménica de la traducción de la Biblia. Lejos de todacerrazón, el Santo Padre nos impulsa a avanzar en el camino de la búsquedade la unidad.--¿Qué espera de esta semana de oración por la unidad?--Monseñor Farrell: La semana de oración por la unidad de los cristianosque estamos celebrando este año está inspirada en la frase de los Hechos delos Apóstoles que describe la primera comunidad de Jerusalén: estaban"unidos en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partir elpan y en la oración". Así nos ponemos de frente a lo que significa serIglesia como comunión, en la verdad, en el amor, en los hechos. Los textospara esto año fueron preparados en Jerusalén; los cristianos de la "CiudadSanta" nos exhortan a todos nosotros a descubrir los valores que tuvieronunidos a los primeros discípulos y nos invitan a un renovado empeño a favorde un ecumenismo genuino fundado sobre el modelo de vida de la primeracomunidad cristiana. Sobre la base de su experiencia en Tierra Santa, enOriente Medio, los cristianos de Jerusalén nos dicen que la unidad por lacual rezamos es condición necesaria para conseguir la justicia, la paz y laprosperidad de todos los pueblos. Espero que esta semana nos haga entenderseriamente, también a nosotros católicos, que la búsqueda de la unidad nopuede ser dejada para el momento en el cual todos los problemas religiososy pastorales quedarán resueltos: ella es condición esencial para superartodos los demás problemas. El Señor ha dicho algo maravilloso y tremendo almismo tiempo: que seamos una misma cosa "para que el mundo crea". LaIglesia existe para evangelizar, pero no podrá ofrecer el Evangelio demanera convincente mientras los cristianos persistan en sus divisiones. Labúsqueda de la unidad no es un lujo; es un deber perentorio de la fe.