La luz amable, secreto de Benedicto XVI en el Reino Unido
Por Giovanni Maria Vian, director de “L'Osservatore Romano".
Una Iglesia que tratara de ser atractiva a los ojos del mundo iría por el camino equivocado, porque su deber es dejar transparentar la luz de Cristo. Que los cristianos de Oriente llaman "alegre" (phós hilarón) en la oración de la tarde y John Henry Newman sintió y describió como "amable" (kindly light) implorando que lo guiara.
En esta clave -que de hecho el Papa anunció a los periodistas en el vuelo hacia Escocia- el itinerario británico de Benedicto XVI ha sido un éxito total, como han reconocido y contado muchos medios de comunicación, sobre todo en el Reino Unido, pero no exclusivamente. Superando los análisis recelosos y llenos de prejuicios que anunciaban días difíciles, y también las distorsiones informativas, con miras a ensombrecer el significado del viaje.
El vuelco de las previsiones, evidente en la acogida y en la atención de cuantos han visto y escuchado en estos días al Pontífice, hay que atribuirlo precisamente a cómo Benedicto XVI se ha presentado, también en esta visita: con sencillez y apertura. Que se percibían con inmediatez en su rostro y en sus palabras, que han seguido las hcuellas de la tradición de enseñanza benévola (gentle scholarship) nacida en el Medievo y que llega hasta Newman.
Gracias a los medios de comunicación que han relanzado ampliamente, en un gran país caracterizado por una sociedad actualmente multiétnica, gestos y momentos de un itinerario perfectamente organizado, muchísimas personas han podido ver al Papa Benedicto dirigirse a los ancianos y estar con ellos "sobre todo como un hermano", acariciar con dulzura a los niños -como el último día, saliendo de la nunciatura, a un niño ciego en brazos de su madre, conmovida hasta las lágrimas y que no dejaba de dar las gracias- y adorar el Santísimo en el silencio impresionante de los ochenta mil jóvenes reunidos para la vigilia pocas horas antes de la beatificación del cardenal Newman.
Por Giovanni Maria Vian, director de “L'Osservatore Romano".
Una Iglesia que tratara de ser atractiva a los ojos del mundo iría por el camino equivocado, porque su deber es dejar transparentar la luz de Cristo. Que los cristianos de Oriente llaman "alegre" (phós hilarón) en la oración de la tarde y John Henry Newman sintió y describió como "amable" (kindly light) implorando que lo guiara.
En esta clave -que de hecho el Papa anunció a los periodistas en el vuelo hacia Escocia- el itinerario británico de Benedicto XVI ha sido un éxito total, como han reconocido y contado muchos medios de comunicación, sobre todo en el Reino Unido, pero no exclusivamente. Superando los análisis recelosos y llenos de prejuicios que anunciaban días difíciles, y también las distorsiones informativas, con miras a ensombrecer el significado del viaje.
El vuelco de las previsiones, evidente en la acogida y en la atención de cuantos han visto y escuchado en estos días al Pontífice, hay que atribuirlo precisamente a cómo Benedicto XVI se ha presentado, también en esta visita: con sencillez y apertura. Que se percibían con inmediatez en su rostro y en sus palabras, que han seguido las hcuellas de la tradición de enseñanza benévola (gentle scholarship) nacida en el Medievo y que llega hasta Newman.
Gracias a los medios de comunicación que han relanzado ampliamente, en un gran país caracterizado por una sociedad actualmente multiétnica, gestos y momentos de un itinerario perfectamente organizado, muchísimas personas han podido ver al Papa Benedicto dirigirse a los ancianos y estar con ellos "sobre todo como un hermano", acariciar con dulzura a los niños -como el último día, saliendo de la nunciatura, a un niño ciego en brazos de su madre, conmovida hasta las lágrimas y que no dejaba de dar las gracias- y adorar el Santísimo en el silencio impresionante de los ochenta mil jóvenes reunidos para la vigilia pocas horas antes de la beatificación del cardenal Newman.